Un amigo cercano fue pillado recientemente, junto a otros, por la policía secreta pintando en una zona ilegal. Dicho amigo, de dieciséis años, al no tener tutor legal (residía el fin de semana en mi piso, Sevilla) fue llevado a comisaría para hacer los trámites comunicación con padres-firma de autorización de tutor legal (yo)-no pasar la noche en comisaría.

Con el siguiente escrito no trato de justificar dicha acción ilegal, mi amigo es responsable con sus actos y sus consecuencias, pero el trato policial fue inaceptable. Le tildaron bastantes veces de homosexual (y todos sus sinónimos) con tono despreciable. Insinuaron que qué hacía durmiendo con alguien mayor que él, que si acaso estaba siendo violado. Preguntaron si tenía droga “culera” traída de Cádiz, que por aquellos lares está bastante exquisita, según ellos. Todo con tonalidad jocosa. Mintieron a los padres de mi amigo, afirmándoles que pintó él sólo. Aconsejaron al chaval de que echase las culpas a sus colegas, para que él saliera inmune. “Al de las gafas, qué ganas le tenía, por poco no le suelto una hostia”. Afirmaron que pasaría la noche entre rejas con algún niño asesino, sin duda alguna. 

Más tarde, escuchó/vio como discutían con otros compañeros de trabajo quién había arrestado a más personas aquella noche.

- “Yo solamente uno esta noche”
- “Pues yo tres” (risas)

Sólo faltó un choque de manos.

Historias como ésta habrá oído miles. Los supuestos encargados de guardar nuestra seguridad resultan ser unos bastardos y todos los sabemos, hasta ellos.

Me pareció curioso que al comentarle lo ocurrido a una policía cercana los defendió con el argumento de que están acostumbrados a tratar a criminales, “quizá se pasaron, pero eso es así”. Me llamó la atención un hombre, que estaba allí en busca de su hermano, al decirnos que por mucho que insistiéramos no cambiaría nada. Me resultó llamativo que muchos colegas a los que les cuento lo sucedido creen que, por ejemplo, esto que estoy escribiendo, es inútil, nada cambiará.

Hace poco hubo una manifestación por Wikileaks y para reclamar libertad a Julian Assange en Plaza Nueva (Sevilla). Apenas asistimos 50 personas, aunque aquello estaba abarrotado, eso sí, de gente consumiendo, viendo espectáculos callejeros o mirando belenes. Dos semanas después, se celebró el fin de año universitario, en el mismo sitio. Muchísimos jóvenes y todos bastante informados sobre a qué bares ir y qué ofertas tenían.

A ellos, al hombre charlatán que nos entretuvo en comisaría, a la fémina nacional de cara aplastada, a todos los que creen inútil reivindicar algo sea el medio que sea: El silencio es complicidad.
Yo poco puedo hacer más que difundir esto. Mi amigo quizá denuncie, aunque es prácticamente inútil, todo quedará silenciado.

4 comentarios:

  1. Un amigo mío, también sufrió un trato bastante malo cuándo fué pillado por la policía pintando graffitis, creo que incluso le agredieron. Al parecer, los graffiteros no les caen muy bién a algunos fulanos.

  1. Buenos ideales y muy bien escrito. A seguir dando caña!!!

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